lunes, 10 de marzo de 2014

Introducción.

Metropolis no era una ciudad normal, mucho menos un pueblo o cercanías. Tampoco estaba flotando en el cielo o bajo tierra, sino colocada justo en medio de una cúpula a la que solamente se podía acceder por la parte de arriba. ¡A Abie aquello no le hacia ninguna gracia! 

  La familia Johnson se había mudado allí no mucho tiempo después de descubrir que ninguno de ellos era como el resto. La hija mediana no parecía tener ningún poder, excepto porque la rabia y furia de una adolescente la abordaba. Apretaba los puños y se mordía el labio para no explotar en gritos, aquellos que se hallaban creando un nudo en su garganta. 

  Ronald cogió a su hija de la mano, al igual que Viviane por el otro lado. 
  - Soltadme -se quejó ésta. 
  - Cariño -le dijo su madre-, todos estaremos mejor. 
  - Yo no soy como vosotros -reprochó justo antes de que sus padres la elevaran- ¡Quietos, soltadme! 
  No tomaron en cuenta aquel comentario y siguieron ascendiendo por un lateral de la cúpula. Abie permanecía con los ojos cerrados. 
  - Abie.. -la llamó la menor de las hermanas en un murmuro.
  - Qué -respondió, mordiéndose el labio y evitando mirar hacia abajo. 
  - No tengas miedo -la calmó poniendo una mano sobre su hombro y se estremeció al sentir la corriente que recorrió su cuerpo de pies a cabeza.
  Asintió.
  - Estoy bien -dijo.
  - Ya hemos llegado -interrumpió Ronald soltando a Abie cuando tocó suelo. 
  - Estoy bien -repitió.
  - Me alegra -Viviane dio un beso en su sien y una mujer, cerca de los treinta años, se acercó con una carpeta entre las manos.
  - Bienvenidos a Metropolis, familia Johnson.
  Todos le devolvieron la sonrisa excepto Abie, quien estaba con la mente en otro lado que no fuera aquella extraña ciudad, si es que lo era.